viernes, noviembre 16, 2007

Melendi no sabe escribir

Últimamente hemos descubierto muchas cosas sobre este músico. Sabíamos que cantaba, que llevaba rastas y que era superguay. Ahora sabemos también que tiene miedo a volar y que le da al frasco. Pero si uno profundiza un poco más en la noticia y, sobre todo, si se lee íntegro el comunicado oficial que emitió, descubre una cosa más: que no sabe escribir. Recomiendo encarecidamente la lectura del comunicado íntegro pero, para quién no le apetezca o no tenga tiempo, sirvan como ejemplo un par de frases (por llamarles de alguna manera) extraídas del mismo:

"Ante tal indeseable sensación [de miedo], que me resulta difícil de controlar, ciertamente agitado solicité a la tripulación del avión me sirvieran un combinado según el derecho que, creo, me otorga el billete de avión adquirido para mi vuelo. Sin embargo, lejos de ser satisfecha dicha mi, creo, justa y muy normal, petición fui tratado, considero, de forma no muy cordial por el miembro de la tripulación que contestó a la misma, el cual simple y llanamente me negó la consumición aduciendo que ya había bebido bastante." "De cualquier modo, y al margen de todo cuanto queda relatado y considerado con absoluta sinceridad y humildad deseo, terminar pidiendo disculpas por si mi conducta, ciertamente subida de tono, hubiera molestado u ocasionado algún inconveniente a cualquiera de los pasajeros o miembros de la tripulación del avión."

A lo mejor también le da ansiedad lo de escribir y se mete cuatro pelotazos antes de ponerse a ello, lo cual explicaría muchas cosas. No sé, a la gente cuando bebe le da por hacer cosas raras.

Odio la palabra "epistolar"

Es un odio tan irracional como intenso. La gente se pasa la mitad de la vida sin saber lo que significa "epistolar" y cuando se entera no deja de usarla. ¡¡¡Hay sinónimos!!! También odio "epistemología", pero en este caso la parte de la vida durante la que no sabes lo que significa es más larga, y luego cuando lo sabes es díficil colocarla en una conversación informal.

domingo, noviembre 04, 2007

Mi comino

Pues nada, que el otro día corrí mi primera carrera de 10 km. tras los intensivos entrenamientos a los que nos estamos sometiendo los individuos, a priori, menos atléticos del grupo: Gonzalo, Hugo y servidor. La verdad es que la progresión ha sido espectacular: en junio empezamos a correr, una media de kilómetro y medio en 7 minutos agónicos, tras los que acabábamos echando los higadillos. Ahora estamos los tres como campeones corriendo entre 40 minutos y una hora y además vamos rajando todo el camino... Unos más que otros, también es verdad, porque nuestros momentos de atletismo por El Retiro son de los pocos en los que se puede observar a Gonzalo callado y/o respondiendo con monosílabos. Sobre todo los lunes, que es cuando tiene que quemar el alcohol de todo el fin de semana y va más concentrado. El caso es que el pasado 28 de octubre me animé a participar en la III Carrera Popular Distrito de Retiro, 10 kilómetros de trazado muy exigente (al lado de mi casa, eso sí, para no perder las viejas costumbres). En la mejor tradición castizo española, el evento no estaba patrocinado por Isostar, ni Aquiarius, ni Nike, ni Adidas, sino porrr.... ¡La Tasquita!, taberna típica, racioncitas y cañitas... Sí señor. Ahí esta, en mi dorsal... El previo... La salida era a las 9:30, pero a las 8.30 de la mañana estaba allí como un clavo, para recoger el dorsal y un chip que te tienes que poner en la zapatilla para controlar el tiempo. La noche anterior me atiborré de espaguetis y me fui sin pagar mis cañas de la Taberna El Capricho. Los nervios. Iba a ir con mi hermano y un compañero de trabajo pero mi hermano tuvo boda la noche anterior y se pilló el pedo del siglo y el compañero de trabajo lesionado, así que solo ante el peligro, como siempre... El caso es que llego a recoger el dorsal y la primera sorpresa/novatada es que el dorsal te lo dan, pero no te dan imperdibles para ponértelo, así que o lo llevaba en la mano, o me hacía una pajarita con él o un sombrero.... Como estaba cerca de casa y yo soy muy mirado (tenía que ir como un pincel) me fui a casa a por unos imperdibles. Primer reto solventado. Comienzo un precalentamiento a trote cochinero previo a la carrera. El ambiente es muy agradable. Fresquito pero no frío, un sol resplandeciente, miles de corredores por allí trotando y estirando, familias, hijos, padres, novias, novios, abuelos, nietos, tigres, leones, todos quieren ser los campeones... y muchos culos de mujeres enfundados en mallas que no dudaría en calificar. Mientras caliento voy pensando que la mayoría de las mujeres están espectaculares en ropa de deporte. También en neopreno. Me pregunto si a ellas les pasará lo mismo con nosotros y estaré yo buenorro en pantalones cortos. Mientras miro mi recalcitrante barriga dando botecitos me respondo que probablemente no. Quedan 10 minutos para el inicio de la carrera, que nerviosss.... me estoy meando, ¿será la clásica "meadita del miedo"? Unos minutos después descubro que no, que es la de verdad. Aquello está atestado de gente y no es tan fácil encontrar un sito tranquilo, me meto entre un árbol apartado y una caseta de obreros y desenfundo... pero escucho a los obreros desayunando en la caseta y pegando voces y envaino de nuevo. Me da como cosa. Igual se molestan y me tiran un huevo frito. Localizo otro seto, más tranquilo. Meada realizada. Segundo reto conseguido. La carrera... En la salida estaba un poco acojonado, porque para conseguir mi tiempo objetivo (menos de 1h) tenía que ir a 6 minutos por kilómetro al principio (que es muy lento), para guardar un poco de fuerzas, y acelerar al final, y tenía miedo de que todo el mundo saliera de allí escopetado y yo me quedara el último. Afortunadamente la gente sale bastante tranquila, así que bien... comienzo despacito y luego ya se verá. Antes de salir del Retiro aparecen dos motos de Telemadrid haciendo entrevistas a los corredores. Pienso que es un buen momento porque todavía tengo fuelle y voy a quedar de puta madre, pero no me entrevistan. Sin embargo sí que lo hacen a uno que va a mi lado y la cámara me enfoca también a mi. Acelero un poquito, meto barriga, intento realzar la figura, correr más estilizado, más "redondo", como si aquello fuera para mi un mero entrenamiento, como si me fuera a hacer la carrera en media horita... Creo que he dado buena imagen, la cámara se aleja, puedo dejar de meter barriga y volver a respirar. Es un alivio. La primera parte es un paseo. Enseguida se llega al Ángel Caído, luego la bajada hasta Alfonso XII es un placer, aunque no exento de cierta amargura cuando pienso que eso me lo tengo luego que subir. Llegamos abajo y enfilamos hacia la Puerta de Alcalá. Es una subida muy suave que aguanto bien. Llevamos unos 2 km., miro el reloj y veo que voy a un ritmo de 5'4o' y me noto bien. Cojonudo, estoy en tiempos de record mundial. Ya estamos en O'Donnell cuando empiezo a escuchar unas pisaditas extrañas tras de mi, como de pezuñas contra el asfalto... "clis clas, clis clas, clis clas." Sospecho que me están bajando demasiado los niveles de glucosa y desvarío, pero no, me adelanta un perro con una especie de dorsal. Es un mazazo importante para la moral. Afortunadamente para mi salud mental, detrás va el dueño con la correa. Me fijo un poco más en el dorsal y resulta que es una especie de peto donde pone que es un perro lazarillo, aunque el dueño no es ciego. Debe tenerlo en acogida para entrenarlo antes de darlo a su dueño definitivo. Desde el comienzo de Menéndez Pelayo hasta Mariano de Cavia voy pensando en el pobre perro y, por extensión, en la cabra de la legión que desfila en la fiesta nacional. Me imagino lo que irán pensando, "¿qué cojones hago yo aquí, con lo bien que estaba en casa royendo mi hueso o rumiando mi hierba (según el caso)? ¿cómo habré acabado liado en esta historia? Miro a mi alrededor y el resto de perros/cabras, viven vidas normales…" Ahora voy siguiendo a un grupito de tres chicas que llevan un ritmo parecido al mío. Me coloco al rebufo para economizar energía. Se trata de dos culos que claramente necesitan mejorar y uno que es notable alto. Las de los suspensos van sufriendo las pobres, y la del notable alto las anima y las va esperando, pero no hay manera. Van bajando el ritmo progresivamente así que las tengo que superar. Llegamos a Mariano de Cavia, donde hay un giro de 180 grados para volver sobre tus pasos y, por tanto, te cruzas con los que vienen por detrás de ti. Afortunadamente veo que hay bastante gente, no soy el último. Esto es un espaldarazo importante para subir la cuesta hasta la Avenida de Nazaret. En medio del ascenso hay un avituallamiento de agua. No tengo mucha sed, pero como dicen que hay que hidratarse y además queda bastante profesional, cojo una botella y le echo un trago. Me acuerdo que en la tele lo que hacen después de beber es echarse el resto del agua por la cabeza y tirar la botella con un gesto de calculado desdén, y que eso puede quedar también bastante profesional. Sin embargo a pesar de que luce el sol, se nota cierto relente, así que desisto. De momento las sensaciones son buenas, en la bajada hasta Pacífico voy adelantando a gente. Desde que abandoné a la del notable alto y a sus amigas voy superando a la mayoría de los corredores, aunque muy poco a poco, y sigo por debajo de los 6'. No le estoy metiendo más caña por miedo a las subidas que vienen al final. Luego comprobaré que hice bien. Llego al kilómetro 7, a partir de ahora ya es todo subida. La primera de ellas es suave, la Avenida de Ciudad de Barcelona, y yo voy tirando de lo que reservé en la primera parte, así que sigo progresando. Sorpresivamente, me adelanta la del notable alto. Ha dejado atrás a sus compañeras y ha decidido vivir su vida. Decido que puede ser una buena motivación e intento seguir su ritmo, pero nada de nada, se me escapa. Hay que ver como corre la tía. Hay que valorarlo todo en su conjunto, no sólo el físico, así que le subo la nota a sobresaliente. Ahora llega lo peor, giramos de nuevo hacia Mariano de Cavia, y me llevo la sorpresita de la carrera. Sabía que había una cuesta, pero esto es el Everest. Son unos 300 metros que me parecen verticales. Ya perdí de vista a la del sobresaliente y me siento solo y desvalido. Afortunadamente no es mucha distancia, pero aquí me dejo un poco el hígado. Bajo un poco el ritmo, pero aprieto los dientes y tiro para arriba. Me encorvo un poco. Esto es empinado de cojones. Me encorvo un poco más. Un último esfuerzo y estoy arriba. Ahora hasta Atocha hay una parte llana para recuperar, será medio kilómetro más o menos, pero me viene de perlas.

El segundo hachazo viene a partir de que llegamos de nuevo a Alfonso XII (km. 9), para subir otra vez al Ángel Caído y terminar. Aquí ya noto los kilómetros y la cuestecita previa que nos hemos chupado, pero ya no queda nada, así que es cuestión de un último esfuerzo. De aire la verdad es que no voy mal. Ya no puedo abrir más la boca para que me entre oxígeno, llevo una especie de mueca extraña de dolor, pero voy tirando. Las piernas, sin embargo, van jodidas. El comienzo de la cuesta se nota como una cuchillada, sientes que los músculos se tensan. De hecho “sientes” los músculos, porque en llano o en subidas suaves vas más pensando en el ritmo, en la respiración, casi te mueve la inercia. Ahora no. Ahora te haces consciente de cada músculo, sientes como cada uno de los que tienes en la pierna tira para arriba, pero joder, lo que les cuesta. Mucha gente sube andando, y yo lo pienso por un momento, porque estoy muriéndome en esta puta cuesta. Es ahora cuando me siento identificado con la cabra y con el perro en una extraña comunión emocional: "quién me mandaría a mi meterme en este fregado…" Sin embargo pienso que ya no queda nada, que tengo que terminar corriendo y no puedo ponerme a andar. Así que en lugar de pensar en la meta, para la que queda todavía un kilómetro, sigo los consejos de los maratonianos y pienso en algo más inmediato. Me olvido de lo que queda y pienso exclusivamente en dar la siguiente zancada. Y después de darla pienso en la siguiente, y después en la otra... Y así llego a la glorieta que corona la subida y, perdón por la redundancia, pero vaya subidón (en todos los sentidos). Lo he conseguido, estoy ahí arriba, ahora ya es todo llano, me emociono, voy bien de tiempo, “ahora a esprintar”, pienso…. Y dos décimas de segundo después, corrijo: “mejor que no, no siento las piernas…” La entrada en la meta es una pasada. El reloj oficial marca 59 minutos, pero es porque he tardado en salir. Me puse de los últimos. Paso la meta, paro mi cronómetro y marca 57 minutos. Tercer reto conseguido. No es una gran marca, pero mi objetivo era terminar antes de una hora y lo he conseguido. Como diría Yago, puede que a nadie le importe un comino, pero es mi comino.

El futuro... Sólo indicar que los tres tenores del atletismo popular, como ya se nos conoce en los ámbitos más especializados, daremos el Do de pecho próximamente en la mítica San Silvestre Vallecana, donde esperamos pulverizar nuestras marcas personales. Llevaremos cámara de fotos para dejar constancia de la gesta, ya que al no arrastrar de momento legiones de seguidores nos lo tenemos que hacer todo nosotros mismos. También nos llaman los hombres-orquesta del atletismo popular, pero yo prefiero lo de los tenores.

viernes, noviembre 02, 2007

Una bonita historia

Pocas veces la mierda de programas de telebasura que dominan actualmente la televisión nos permiten descubrir historias auténticamente emotivas. Creo que ésta es una de ellas. Sucedió en el programa "El factor X" británico, que es un show donde la gente con supuestas "habilidades" va allí a exhibirlas para intentar saltar a la fama. Normalmente lo que suele ocurrir es que las habilidades son bastante cuestionables y la mayor parte del éxito del programa descansa en la nada edificante actividad de reírse de lo mal que lo hace la gente hasta que, eventualmente, se consigue encontrar a un guaperas que canta medio bien o a un niño/a muy rico/a que hace monadas. Hasta que llegó un señor gordito, tímido y apocado, vendedor de móviles en una tienda de Gales y dijo que lo que iba a hacer era cantar un poco de ópera. En el vídeo que sigue podéis ver lo que ocurrió. Lo mejor de todo, son los gestos de escepticismo iniciales del jurado y los caretos que se les quedan cuando empiezan a escuchar las primeras notas. Lo que canta el concursante, que se llama Paul Potts, es "Nessun dorma", un aria del último acto de la ópera Turandot, de Puccini. Paul Potts nunca ha dado clases de canto. Cuando cuenta su historia señala que en el colegio todo el mundo se metía con él por ser tímido y gordito, y que entonces él encontraba una vía de escape en su voz, algo que nunca le fallaba. Sin embargo nunca tuvo la suficiente seguridad en si mismo o atrevimiento para dedicarse a ello profesionalmente y acabó teniendo una vida relativamente tranquila como vendedor de móviles, pero muy alejada de sus verdaderos anhelos. Realmente es bonito que este hombre, que parece muy buen tipo, haya conseguido finalmente hacer su sueño realidad. Por lo visto ganó el concurso, ha grabado un disco, actúa en la televisión, se va por ahí de giras y probablemente no será nunca un Pavarotti, pero estoy seguro de que ahora es más feliz, y probablemente se lo merezca más que otros. Por cierto, en el siguiente vídeo podéis ver la versión de Pavarotti, la verdad es que es increíble, porque parece que le sale sin esfuerzo... Está subtitulado al castellano pero abajo dejo también la letra, porque los subtítulos no se ven muy allá. El hilo argumental es que tras la proclamación de la princesa Turandot nadie debe dormir durante la noche hasta hallar el nombre del príncipe desconocido, Calàf, quien ha lanzado el desafío de que si su nombre no es descubierto, la fría Princesa Turandot se casará con él. Calàf canta, indicando su certeza de que los esfuerzos por descubrir su nombre serán en vano y por tanto él conseguira el amor de la Princesa. Los pelos como escarpias... Calàf ¡Nadie duerma! ¡Nadie duerma! Tampoco tú, oh Princesa, en tu fría estancia miras las estrellas que tiemblan de amor y de esperanza... ¡Pero mi misterio está encerrado en mí, mi nombre nadie sabrá! No,no, sobre tu boca lo diré ¡cuando la luz brille! Y mi beso romperá el silencio que te hace mía. Coro Su nombre nadie sabrá... ¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir! Calàf ¡Disípate, oh noche! ¡Tramontad, estrellas! ¡Tramontad, estrellas! ¡Al alba venceré! ¡Venceré! Venceré!